Jujuy al día® –El presidente Alberto Fernández vio el aumento de precios de febrero y no dudó. Enseguida llamó a declararle la guerra a la inflación y los especuladores.
La duda quedó flotando en el aire. De hecho, de qué guerra habla el Presidente ¿Por qué ahora? si la inflación no se logra controlar ahora, ni logró controlarla el último gobierno de Cristina Fernández, ni el de Mauricio Macri.
Con una inflación que anualizada está por encima del 50%, pero que fue de 35% cuando la economía cayó 10%, la pregunta tiende a repetirse. ¿Por qué ahora la guerra y no antes? ¿Estaba esperando Alberto el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para comenzar a darle batalla a los precios?
Nada de lo anterior se sostiene si se lo piensa desde la lógica de que fue este mismo Gobierno el que siempre sostuvo que la inflación es multicausal.
Si Estados Unidos tiene la mayor inflación de los últimos 40 años, si Brasil está preocupado por el salto de los precios, no parece mal pensar que hay factores que no maneja la Argentina y que pueden ser causantes de una parte de la inflación. Hay dos datos que demuestran que este punto es válido. El primero fue la pandemia que provocó una suba en el precio de los alimentos a nivel mundial. El segundo es reciente: la guerra en Ucrania provocada por la invasión rusa tiene como correlato económico una suba considerable en el precio de las commodities. Las dos circunstancias pegan en la inflación mundial y también en la de la Argentina.
Sin embargo, la inflación que sufre la Argentina es aún más preocupante. Porque se tiene varias sospechas sobre su origen pero no parece tener una solución.
La convertibilidad, la medida que ató el peso al dólar estadounidense durante 10 años, terminó fracasando. El principal motivo fue que después de privatizar varias de las empresas que antes estaban en manos del Estado, la Argentina no logró controlar el gasto y la paridad cambiaria sucumbió. Esa sobrevaluación cambiaria de los ’90 hizo que los argentinos mantuvieran de forma ficticia el 1 a 1 pero tal convertibilidad tenía un costo adicional. La Argentina de los ’90 gastó alrededor de u$s 12.000 millones anuales para mantener la paridad cambiaria. Antes del estallido, miles de empresas habían quebrado y miles de trabajadores quedaron a la deriva luego de fracasar en los parripollos y canchas de paddle en las que habían incursionado con las dalarizadas indemnizaciones de aquellos años.
Ahora Alberto Fernández quiere declararle la guerra a la inflación. Lo que esperan los argentinos es que si va a tomar las armas, que no sean las mismas que aplicaron por lo menos los últimos tres gobiernos, con el actual incluido, porque de ser así, las posibilidades de ganar esa guerra hoy por hoy parecen ser solo una ilusión.