En el límite entre selva y montaña, un rincón perdido del norte argentino ofrece una experiencia extrema de hospitalidad y naturaleza en estado puro
Jujuy al día® – Pocos destinos en la Argentina logran condensar en un solo lugar tanta riqueza natural, historia silenciosa y aislamiento extremo como algunos rincones de Jujuy. Lejos de los clásicos circuitos turísticos, existe un caserío casi fantasmal que se mantiene en pie gracias al cuidado y la voluntad de quienes lo habitan. En invierno, sus caminos se convierten en la ruta perfecta para quienes buscan una travesía distinta, alejada del bullicio y cercana a la tierra.
Este paraje forma parte del entorno imponente de las yungas jujeñas, donde la vegetación exuberante convive con las altitudes extremas. Allí, la selva se disuelve entre nubes bajas para dar paso a los pastizales altos, en un paisaje que parece suspendido en otro tiempo. A más de 3000 metros sobre el nivel del mar, el clima y el aislamiento han marcado la historia de un poblado que fue abandonado hace décadas, pero que hoy es redescubierto por viajeros que buscan experiencias auténticas.
En ese enclave perdido se encuentra Alto Calilegua, un pequeño poblado que sobrevive con solo dos habitantes: Betty y Tito. Ambos ofrecen hospitalidad a quienes se animan a la larga caminata para llegar al lugar, en una travesía que requiere esfuerzo físico y disposición para desconectarse de todo. Las casas de adobe, los vestigios de una escuela cerrada y la iglesia todavía en pie, narran en silencio el pasado de una comunidad que, aunque diezmada, sigue viva.
Dónde queda Alto Calilegua
Ubicado dentro del Parque Nacional Calilegua, Alto Calilegua se encuentra en el corazón mismo de uno de los ecosistemas más biodiversos del país. Este parque, con más de 76.000 hectáreas, protege un amplio sector de las yungas argentinas y sirve de refugio para especies en peligro de extinción como el yaguareté, el tapir y el oso hormiguero.
El pueblo se emplaza en un claro natural en la zona más alta del parque, donde la selva deja paso a extensas praderas de altura. Esta transición ecológica no solo ofrece un marco visual impresionante, sino que también convierte al lugar en un sitio privilegiado para el avistaje de aves y fauna silvestre. El entorno natural, intacto y desafiante, es parte del atractivo que despierta interés entre senderistas y amantes de la naturaleza extrema.

Fundación Pro Yungas
Las 25 viviendas de adobe que aún se conservan forman parte de un conjunto arquitectónico simple, pero cargado de simbolismo. Junto a ellas, se alzan las ruinas de un molino comunitario que todavía funciona de manera ocasional. El paisaje humano y natural dialogan sin estridencias, en una armonía que parece resistirse al paso del tiempo.
Qué puedo hacer en Alto Calilegua
A pesar de su tamaño y aislamiento, Alto Calilegua ofrece una experiencia única. Quienes llegan hasta allí pueden explorar sus senderos, visitar la antigua iglesia, y descansar en lo alto de las praderas disfrutando de una panorámica que pocas regiones del país pueden ofrecer. El silencio domina la escena, interrumpido apenas por el canto de las aves o el soplido del viento entre las montañas.
Los visitantes son recibidos por los únicos habitantes del pueblo, que ofrecen refugio en su propia casa. Betty prepara mate cocido y pan casero, mientras Tito comparte historias de la zona y ayuda a los visitantes a comprender la vida en ese lugar remoto. Esta hospitalidad sencilla, alejada de cualquier formalidad turística, es uno de los mayores encantos del lugar.
Para los más aventureros, la zona es ideal para realizar caminatas de alta montaña, fotografiar paisajes y, con algo de suerte, avistar cóndores andinos en pleno vuelo. Las noches, frías y estrelladas, completan una experiencia auténtica y desconectada del mundo urbano.
Cómo llegar a Alto Calilegua
El acceso a Alto Calilegua no es sencillo. Desde la localidad de San Francisco, a unos 1500 metros sobre el nivel del mar, se inicia un sendero que asciende atravesando distintos pisos ecológicos: primero la selva montana, luego el bosque montano, y finalmente los pastizales de altura. Esta caminata, que puede demorar más de medio día, requiere buen estado físico y acompañamiento de guías locales.
Durante el trayecto es posible encontrarse con algunos puestos temporales, utilizados por criadores de ganado que en verano trasladan a sus animales a las zonas altas. Cada etapa del camino ofrece postales diferentes, desde pueblos colgados de las laderas hasta las serranías áridas que anuncian la Quebrada del otro lado del verde profundo.