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    Educación en Jujuy: solo otra forma de leer la realidad

    Radiografía del desempeño educativo en las pruebas “Aprender 2024”
    editor9 junio, 2025No hay comentarios11 Mins Read
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    Si hay algo que las evaluaciones estandarizadas como Aprender 2024 ponen sobre la mesa, es la oportunidad —no siempre cómoda— de mirarnos en el espejo del sistema educativo. Y cuando esa mirada se posa sobre Jujuy, una provincia históricamente marcada por desigualdades estructurales, pero también por una cultura escolar persistente, los datos ofrecen tanto motivos para la preocupación como para el análisis mesurado. ¿Estamos dispuestos a ver lo que nos revelan estos números?

    Participación institucional: una base sólida

    Cuando uno recorre las escuelas jujeñas —desde las urbanas de capital hasta aquellas escondidas entre cerros y valles—, el compromiso del personal docente y directivo se percibe en cada rincón. En una escuela de la quebrada, por ejemplo, la directora cuenta cómo cada año prepara a sus alumnos para el operativo con serenidad y orgullo: «no es una competencia, es una oportunidad para mostrarnos, para que no nos olviden», dice. Y esa frase resume la lógica con la que muchas comunidades educativas de Jujuy entienden su rol: ser vistas, ser tenidas en cuenta.

    Que más del 96% de los establecimientos hayan participado nos habla de una voluntad colectiva que trasciende lo administrativo: se trata de una cultura educativa que, aunque golpeada por las carencias, resiste desde la vocación. Jujuy alcanzó un 96,5% de participación sobre el total de establecimientos esperados. Si tomamos como 100% la participación plena del total nacional de escuelas marco —12.257 instituciones— y el promedio nacional de participación en 96,6%, Jujuy se encuentra apenas 0,1 puntos porcentuales por debajo del promedio. Una diferencia estadísticamente insignificante, pero que marca pertenencia al grupo de jurisdicciones que logran sostener niveles altos de adhesión institucional al proceso evaluativo.

    Si observamos otras jurisdicciones, La Rioja, Formosa y Corrientes lograron una participación perfecta del 100%. No obstante, Jujuy supera, por ejemplo, a distritos como CABA (93%) o Neuquén (62,3%). Esto refuerza una primera conclusión: el sistema educativo jujeño logra sostener el vínculo institucional con el Estado nacional en estos procesos, incluso más que varias jurisdicciones con mayores recursos económicos y tecnológicos. ¿Cómo lo logran, a pesar de las limitaciones? ¿Hay una lección aquí para el resto del país?

    En el desglose, las escuelas rurales de Jujuy tuvieron una participación del 92,5%, mientras que en las urbanas el porcentaje se eleva al 99,3%. La diferencia de 6,8 puntos entre ámbitos obliga a preguntarnos si las condiciones logísticas o sociales están debilitando la capacidad de las escuelas rurales para integrarse plenamente a este tipo de operativos. Una brecha que, aunque menor, exige atención, pero también señala una oportunidad para tender puentes desde la política pública hacia estos territorios.

    Participación estudiantil: una sociedad que responde

    Donde Jujuy muestra un desempeño más destacable es en la participación de los estudiantes. Con un 76,8% de estudiantes respondientes, supera significativamente el promedio nacional de 70,2%. Si tomamos como base el total nacional de 379.050 estudiantes evaluados, la participación jujeña representa una adhesión superior por 6,6 puntos porcentuales respecto del promedio.

    No es una cifra fría: son miles de jóvenes que, pese a la distancia, la precariedad o la falta de conectividad, se sentaron a responder una prueba. Cada respuesta es un gesto de confianza, de implicación en un sistema que muchas veces no les ha devuelto lo mismo.

    Y es aquí donde el dato se transforma en símbolo. Participar, en estas condiciones, es un acto de afirmación. Una muestra silenciosa pero poderosa de que la educación aún significa algo en el horizonte vital de estas juventudes. Muchos de estos chicos viven en hogares donde las necesidades más básicas no están cubiertas, y aun así asisten, responden, creen. Esa fe en la escuela —en la posibilidad de que algo cambie— es quizás el capital más valioso que posee hoy el sistema educativo.

    Al comparar con otras jurisdicciones, Jujuy supera a Buenos Aires (61,1%) y a CABA (67,9%). Si bien Córdoba (88,8%) y Salta (86,5%) muestran una participación aún mayor, Jujuy se posiciona muy favorablemente, incluso ubicándose por encima de provincias como Santa Fe (67,6%) o Chubut (64,2%), y quedando a la par de Corrientes (79,7%) o Formosa (77,5%). Estos números muestran una comunidad escolar activa, que entiende el valor del proceso evaluativo más allá de sus limitaciones estructurales.

    En el ámbito rural, el 81,3% de los estudiantes jujeños participaron, frente al 76,4% en el ámbito urbano. Aquí, sorprendentemente, el campo le gana a la ciudad. Una inversión del patrón nacional, donde el ámbito urbano suele mostrar mayor adhesión. Esta diferencia, de casi 5 puntos, podría indicar un compromiso comunitario rural más fuerte, o una política educativa más efectiva en zonas rurales. ¿Puede ser que las comunidades rurales, más cohesionadas, hayan logrado hacer de la educación una causa común? Tal vez. Pero sin duda, estos datos interpelan al sistema en su conjunto: cuando se ofrece una oportunidad con claridad, los estudiantes responden. La pregunta es si el Estado responde con igual intensidad.

    Rendimiento en Lengua: luces y sombras

    Ahora bien, cuando pasamos de la participación al desempeño, el escenario se torna más desafiante. En Lengua, Jujuy alcanzó un puntaje promedio de aproximadamente 495 puntos, frente a un promedio nacional de 506,5. Esta diferencia de 11,5 puntos, aunque no drástica, posiciona a Jujuy en el rango medio-bajo del país.

    CABA, con aproximadamente 538 puntos, lidera con comodidad a nivel nacional. La diferencia con Jujuy es de alrededor de 43 puntos, lo que significa que CABA se encuentra un 8,5% por encima del puntaje de nuestra provincia en Lengua. Más aún, si tomamos provincias con niveles socioeconómicos comparables dentro de la región NOA, como La Rioja o Salta, vemos que Jujuy comparte el liderazgo regional en Lengua con ambas (La Rioja también rondando los 495 puntos y Salta los 490). En contraste, Catamarca (482) y Santiago del Estero (478) se ubican por debajo.

    Aquí la reflexión es doble. Por un lado, Jujuy logra posicionarse por encima de sus pares más vulnerables en la región NOA, lo cual no es menor y demuestra un esfuerzo significativo. Por otro, ese puntaje medio-bajo a nivel nacional implica que muchos estudiantes aún no acceden a niveles satisfactorios de comprensión lectora.

    ¿Qué está pasando en las aulas? ¿Son adecuadas las estrategias de enseñanza para captar el interés de los jóvenes lectores? ¿Están recibiendo los docentes la formación y el acompañamiento necesarios para hacer frente a estos desafíos? La estadística, aunque reveladora, no responde por sí sola. Pero puede —y debe— abrir la puerta a estas preguntas.

    ¿Qué significa esto en lo cotidiano? Que hay adolescentes que no pueden interpretar un texto argumentativo, que se pierden entre paratextos o que no logran hilar las ideas principales de una noticia. Y esa carencia no es solo un problema escolar: es un obstáculo concreto para su ciudadanía futura. La comprensión lectora no es solo un indicador académico; es el cimiento de una sociedad democrática.

    Por eso urge repensar políticas públicas que no solo midan, sino que transformen: ¿Cómo lograr que leer en el aula vuelva a ser una experiencia estimulante? ¿Qué condiciones necesita un docente de Lengua para enseñar con sentido y no solo con urgencia? ¿Cómo involucrar a las familias y a las comunidades en esta tarea que, en el fondo, es cultural antes que técnica? Las respuestas no están en los datos. Pero los datos nos obligan, como sociedad, a ir a buscarlas.

    Matemática: un piso compartido

    En Matemática, el panorama es aún más complejo. Jujuy obtuvo un puntaje promedio de 460, por debajo del promedio nacional de 465,7. La brecha es menor que en Lengua: 5,7 puntos de diferencia. Sin embargo, sigue marcando una distancia que no puede subestimarse.

    Comparada con otras jurisdicciones, Jujuy se ubica mejor que Catamarca (440), Chaco (442) o Santiago del Estero (445). También empata con Salta (460) y supera levemente a Tucumán (452). En este caso, al igual que en Lengua, se encuentra en el tercio superior del NOA, pero sigue lejos de los valores alcanzados por jurisdicciones como Córdoba (480) o CABA (497), con diferencias de hasta 37 puntos respecto al puntaje de Jujuy.

    La aritmética, la lógica, la comprensión de proporciones o la lectura de gráficos son habilidades fundamentales para transitar la vida cotidiana con autonomía. No alcanzar niveles satisfactorios en estos aspectos no es un problema «técnico»: es una alerta profunda que interpela a todos los niveles del sistema.

    Pero más allá de las cifras, hay algo que duele y que debe ser dicho: detrás de ese promedio hay cientos de estudiantes que sienten que las matemáticas no son para ellos. Que se paralizan ante un problema porque nadie logró explicárselos de una forma comprensible. Que cargan, además de sus mochilas, con la frustración de no entender. ¿Cómo afecta eso sus trayectorias? ¿Qué lugar ocupa un estudiante que no puede resolver una regla de tres simple en un mundo que cada vez exige más pensamiento lógico y cuantitativo?

    Este rendimiento en Matemática evidencia una situación estructural compartida por las provincias del NOA: ninguna logra superar los 460 puntos. El problema aquí parece más profundo y regional que específicamente jujeño. Es un síntoma de una política educativa fragmentada, de currículas que no conectan con la realidad de los estudiantes o de prácticas de enseñanza que necesitan actualizarse.

    La pregunta, entonces, no es sólo cómo mejorar los resultados. Es cómo devolverle a cada estudiante la confianza en que puede —y merece— aprender.

    Reflexión: una provincia que sostiene, pero necesita más

    El análisis muestra que Jujuy tiene una institucionalidad que sostiene: su participación escolar y estudiantil supera ampliamente el promedio nacional, y lidera dentro de su región. Esto habla de una comunidad educativa activa, que responde cuando el Estado propone.

    Pero sostener no basta. Y eso es lo más duro del diagnóstico. Porque tras cada porcentaje y promedio hay docentes que viajan horas para llegar a sus escuelas, estudiantes que atraviesan realidades familiares difíciles, familias que, aun sin haber terminado la secundaria, apoyan como pueden.

    En una escuela de Abra Pampa, por ejemplo, una maestra cuenta que muchos de sus alumnos llegan sin haber desayunado, pero no faltan nunca. «No vienen por la prueba, vienen porque la escuela es su lugar seguro«, dice. En ese testimonio se condensa la raíz profunda del compromiso: un espacio que no sólo enseña, sino que contiene, alimenta, abraza.

    Sin embargo, el rendimiento en Lengua y Matemática revela los límites de esa adhesión. La voluntad no se traduce automáticamente en aprendizaje. Y allí es donde el foco debe desplazarse del esfuerzo institucional al acompañamiento pedagógico.

    Que Jujuy logre sostener un 76,8% de participación estudiantil en un contexto socioeconómico adverso, pero aun así quede por debajo de la media en rendimiento, evidencia una deuda no saldada. Una deuda no de esfuerzo, sino de condiciones.

    Los resultados muestran que no basta con estar presentes: hace falta enseñar mejor, evaluar con sentido pedagógico y actuar sobre los factores estructurales que determinan los aprendizajes. Hace falta que el Estado esté tan presente como lo están los alumnos.

    En ese sentido, el ejemplo de mayor participación rural en Jujuy podría ser una punta de lanza. ¿Qué están haciendo bien esas escuelas? ¿Cómo replicar ese compromiso a nivel urbano y traducirlo en resultados académicos concretos?

    Quizás sea hora de escuchar más a quienes, desde esos rincones remotos, están dando pequeñas batallas educativas todos los días. Porque en cada aula de adobe, en cada pizarrón con tiza prestada, se está escribiendo también el futuro del país.

    Conclusión: más allá del espejo, el horizonte

    Aprender 2024 nos entrega más que estadísticas: ofrece una oportunidad para pensar política educativa desde la evidencia. En el caso de Jujuy, el espejo no devuelve una imagen derrotada, sino una provincia que, pese a sus carencias, responde con presencia y compromiso.

    El desafío no es menor. Sostener la participación, cerrar brechas entre ámbitos, mejorar aprendizajes sin perder el vínculo con las comunidades educativas. Y, sobre todo, entender que cada punto en una prueba estandarizada representa historias reales, esfuerzos individuales y condiciones estructurales que deben transformarse.

    Porque, en definitiva, los números sólo valen si ayudan a construir una educación más justa, más inclusiva, y más humana. Y Jujuy, con sus cifras y silencios, nos recuerda que la esperanza educativa no está en los rankings, sino en la dignidad con la que miles de chicos y chicas se sientan, lápiz en mano, a responderle al Estado. Ahora falta que el Estado les responda con la misma convicción.

    Para cerrar, una vez más, apelo al talento pedagógico del reconocido economista Tomas Bulat, quien en vida aseguraba que: “Cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema, porque el saber rompe las cadenas de la esclavitud”

    Lic. Hugo Rubén Calvó (Director de Jujuy al día…en paulatino retiro)

    Fuente:  Aprender, Informe de resultados 2024 en Educación Secundaria e Investigación propia

    aprender argentina educación información jujuy noticias periodismo

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