Decía Winston Churchill que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.” Si el viejo Winston hubiera pasado por Jujuy estos días, probablemente habría pensado que hablaba directamente de nosotros. La provincia está al borde de unas elecciones que prometen más suspenso que una novela de Agatha Christie, pero sin la resolución satisfactoria que caracteriza a sus obras.
Con un escenario político en plena ebullición y fuerzas tradicionales en proceso de reorganización, el tablero se prepara para recibir un nuevo jugador: La Libertad Avanza (LLA), que aterriza en su primera contienda provincial con la voracidad de quien sabe que tiene todo por ganar y nada que perder.
El radicalismo, que aún saborea la apretada victoria de 2023, intenta no perder el equilibrio sobre una cuerda floja cada vez más tensa. El gobernador Carlos Sadir camina esa cuerda con cuidado. Consciente de que lidera un gobierno heredado que debe transformarse en propio, Sadir ha tomado decisiones estratégicas que, en otras manos, podrían haber resultado kamikazes. El desdoblamiento electoral es un claro ejemplo: separar las elecciones provinciales de las nacionales no solo fue una jugada táctica sino también una declaración de principios. Jujuy debe pensar en Jujuy, sin influencias externas desde la Casa Rosada.
Sadir, con un liderazgo aún en proceso de consolidación, ha demostrado una habilidad política que empieza a dar frutos. Mantuvo al oficialismo unido pese a tensiones internas y logró evitar rupturas mayores en el radicalismo. En una época en que las fracturas partidarias son moneda corriente, eso no es poca cosa. Su apuesta por sostener las bancas oficialistas en juego en la Legislatura provincial no es solo un objetivo electoral, es su forma de consolidar poder frente a las presiones políticas. La buena noticia es que su imagen se mantiene en positivo, una rareza en estos tiempos.
Sin embargo, mientras Sadir proyecta estabilidad, el fantasma de La Libertad Avanza acecha en el horizonte. Con la bendición de la popularidad presidencial, el mileísmo llega a Jujuy listo para irrumpir con fuerza. Aunque en su armado hay más improvisación que estrategia —con dirigentes que aún no terminan de consolidarse y algún que otro tropiezo interno—, el entusiasmo libertario podría capitalizar el desencanto de sectores que buscan algo distinto, aunque ese «distinto» venga envuelto en incertidumbre.
Mientras el PRO intenta definir su rumbo, el peronismo jujeño se hunde en sus propias contradicciones. Atrapado en una disyuntiva existencial, el PRO jujeño debe decidir: ¿aliarse a los libertarios y correr el riesgo de diluir su identidad, o mantenerse al margen y arriesgarse a la irrelevancia? Luciano Angelini e Isolda Calsina lideran un espacio que podría ser clave en el resultado electoral, siempre y cuando logren definir su rumbo. Calsina, alineada con Patricia Bullrich, busca consolidarse como su representante en Jujuy, aunque su posición en el PRO y en el espacio de Milei sigue siendo incierta. Desde su estratégico Ministerio de Planificación, juega un ajedrez silencioso, midiendo cada movimiento mientras analiza qué alianza puede ofrecerle el mayor rédito político.
En el otro extremo del espectro, el peronismo jujeño sigue atrapado en su propio laberinto. Las luchas intestinas entre la senadora Carolina Moisés y la diputada camporista Leila Chaher no han hecho más que profundizar las fracturas de un partido que parece condenado a la autodestrucción. La intervención partidaria que solo echó más leña al fuego, sumada a la incapacidad de generar consensos, muestra un peronismo más enfocado en sus luchas internas que en reconectar con su electorado. En medio de este caos, el exgobernador Eduardo Fellner intenta mediar en busca de unidad, aunque su intervención añade más incertidumbre al ya complejo escenario. Además, circulan versiones que lo vinculan con el armado de La Libertad Avanza (LLA) en Jujuy, lo que añade otro nivel de confusión.
En este contexto, la izquierda jujeña, que alguna vez supo ser el refugio de los inconformes, enfrenta tiempos difíciles. La desaparición de ciertos «incentivos» —llámese planes sociales— ha dejado al Frente de Izquierda tambaleando. Alejandro Vilca, su referente más visible, enfrenta el desafío de sostener los espacios logrados sin los recursos que antes movilizaban sus bases. Y aunque la izquierda sigue teniendo presencia en sectores populares, su fuerza está lejos de los días dorados. Porque, en política, como en la vida, cuando el dinero se va por la puerta, la lealtad salta por la ventana.
El electorado jujeño observa este juego de poder con escepticismo y resignación. Después de todo, los ciclos políticos en Jujuy han demostrado que la alternancia no siempre significa cambio real. La disputa por las bancas en la Legislatura no es solo una puja por el poder legislativo, es también una pelea simbólica por el rumbo que tomará la provincia en los próximos años.
En este escenario, Sadir tiene la oportunidad de consolidarse como un líder capaz de gestionar más allá de las supuestas sombras del pasado. Su desafío es enorme: mantener la unidad oficialista, resistir el avance libertario y mostrar que su gobierno tiene una impronta propia. No es tarea fácil, pero su capacidad de maniobra y el respeto que aún conserva en buena parte del electorado podrían ser sus mejores aliados.
La Libertad Avanza se frota las manos. Sabe que la grieta en Jujuy no está entre peronismo y radicalismo, sino entre los que buscan renovar la política provincial y quienes prefieren mantener las estructuras existentes. Los libertarios se presentan como los portadores de esa ansiada renovación, aunque su propuesta carece de solidez para garantizar resultados. El mileísmo desembarca en Jujuy listo para pescar en río revuelto. Aunque sus dirigentes parecen más improvisados que preparados, saben que en política la sorpresa a veces gana la partida.
El PRO, atrapado en su indefinición, tiene la llave para inclinar la balanza en una dirección u otra. Y el peronismo, con sus eternos debates internos, sigue sin encontrar el rumbo que lo saque del letargo político.
Las elecciones provinciales de mayo serán, sin duda, un termómetro de lo que vendrá. Más que un simple reparto de bancas, será una prueba de fuego para todos los actores políticos. Y como suele suceder en Jujuy, las sorpresas están a la vuelta de la esquina. Porque aquí, como en tantas otras cosas, las apariencias engañan, y el futuro —ese futuro tantas veces postergado— sigue estando en manos de quienes hoy lo moldean, para bien o para mal.
El electorado jujeño observa este juego de poder con escepticismo, recordando las palabras de Mark Twain: «Si votar marcara la diferencia, no nos dejarían hacerlo».
Lic. Hugo Rubén Calvó (Director de Jujuy al día…en paulatino retiro)