La situación del Partido Justicialista (PJ) en Jujuy se ha convertido en la gran telenovela política de la provincia: un drama con tintes de suspenso, algo de acción y, por supuesto, toques de comedia involuntaria. Desde su intervención, el PJ jujeño parece caminar por la cuerda floja en busca de recuperar su normalidad, su mística y, por qué no, un poquito de dirección. Después de todo, reorganizar la estructura orgánica del partido antes de 2025 —a contrarreloj y con expectativas de toda índole— es un desafío digno de un guion cinematográfico.
La Intervención: ¿Solución o dos problemas nuevos?
Para encaminar esta joya del enredo político, se nombró como interventores al exministro de Seguridad Aníbal Fernández y al intendente de Merlo, Gustavo “Tano” Menéndez, ambos cercanísimos (o eso dicen) a la gran Cristina Fernández. Y aquí es donde sube el volumen de la ironía: ¿qué mejor garantía de orden que la bendición de una figura tan discretísima y siempre al margen de polémicas judiciales como la ex Presidenta? Ah, claro, ella solo quiere lo mejor para la provincia, sin condiciones ni segundas intenciones, faltaría más.
Más allá de estos extravagantes privilegios, el objetivo oficial de Aníbal y el “Tano” es “normalizar” el partido. Porque, aparentemente, el PJ jujeño se quedó sin GPS en su último periplo electoral y, además, sin una hoja de ruta clara sobre a quién representar y cómo hacerlo. Sin embargo, con el amable empujoncito de las estructuras nacionales, se supone que los jujeños recuperarán su anhelado orden institucional, listos para encarar los comicios que se vienen.
La Búsqueda de Unidad: Rotación y Algo de Magia
El escenario provincial está protagonizado por dos dirigentes. Por un lado, la senadora nacional Carolina Moisés, mandato vigente hasta 2029 y con un perfil “federal” (léase: intenta conservar cierta autonomía). Del otro, la diputada nacional Leila Chaher, que encarna la visión de La Cámpora y cuyo mandato termina el próximo año. Como en toda buena trama, ambas representan dos posturas, dos universos, dos maneras de entender el peronismo y, claro, dos modos de buscar cuotas de poder.
Para que no salga sangre en cada esquina, Gustavo Menéndez ha propuesto una solución a lo “Tano”: una lista unificada, en la que Moisés presida el PJ jujeño en la primera mitad del período (2025-2027), y Chaher tome las riendas en la segunda (2027-2029). Un dream team bicéfalo, con reparto equitativo de cargos y todo lo que uno imaginaría en una democracia ejemplar. La fórmula (que ya se aplicó en el PJ bonaerense) promete evitar egos desbordados… o, al menos, posponerlos para cuando se venza el turno de cada una.
Carnaval, elecciones y otras complicaciones
Hasta aquí, la idea suena razonable, pero la realidad —siempre implacable— impone fechas y plazos que no saben de reconciliaciones internas. La elección partidaria se programó para el 9 de marzo de 2025, día en que también se festeja el carnaval. Se trata de la celebración más ruidosa, colorida y lucrativa de la región, y que pone a Jujuy de fiesta y a los votantes con la mente en cualquier lugar menos en la política.
Por si fuera poco, la elección provincial se prevé sería el 4 de mayo. Eso significa que la presentación de frentes y listas se tendría que hacer 60 días antes, justo cuando el PJ debería estar culminando su propia interna. Si hay algo que le gusta a la política argentina es poner a prueba la capacidad de sus dirigentes para resolver problemas complejos con plazos apretados. Desde ya, quienes logren acomodar con destreza cada pieza de este enrevesado rompecabezas de plazos se ganarán un pequeño lugar en la historia local.
La Gran Observadora: Cristina Fernández
En medio de este panorama, la enigmática Cristina Fernández, como siempre, se asoma para “observar” el proceso desde su lugar, que no es otro que el Olimpo Kirchnerista, donde las decisiones se toman con total desinterés y humildad. Según sus allegados, la ex Presidenta (reconocida por su afición a las negociaciones sin drama ni titulares explosivos) apoya la fórmula de alternancia propuesta por Menéndez. Se supone que su respaldo es esencial para que el PJ jujeño logre, por fin, algo parecido a la estabilidad. Porque, claro, el altruismo siempre ha sido la marca registrada de la Señora, que —sin pedir nada a cambio— solo pretende la perfecta armonía del peronismo en cada rincón del país.
¿Victoria o nueva función dramática?
Para la militancia jujeña, esta intervención es una posibilidad de oro… o la peor de las pesadillas. Algunos perciben que, con este sacudón, al fin se podrá reencauzar al PJ, renovando liderazgos y ajustando los engranajes internos. Otros, en cambio, lo ven como la confirmación de que los conflictos locales apenas pueden disimularse con parches que vienen de Buenos Aires, donde la lógica de la rosca política a veces se olvida de la realidad jujeña.
En cualquier caso, no hay duda de que Jujuy afronta un punto de inflexión. Si logra consolidar un proyecto de unidad, todavía tiene tiempo de encarar las elecciones con un mínimo de orden. El problema surge si las negociaciones se empantanan, las contradicciones revientan y todo termina en un “todos contra todos”, justo cuando la fecha de los comicios acecha.
Conclusión: Jujuy y el reto de la normalización
Lo que suceda con el PJ en esta provincia no es menor. Jujuy sirve como ensayo de laboratorio para el peronismo nacional, que observa atentamente —o eso dicen— cómo se resuelve este thriller político. La intervención podría darle al partido una oportunidad única de ordenarse y recuperar credibilidad, siempre y cuando se evite caer en los vicios de antaño.
Mientras tanto, la gran Cristina Fernández (sí, otra vez la mención inevitable) sigue moviendo hilos con la fineza que la caracteriza. Desde lejos (o quizá no tan lejos), apuesta a que su apoyo paternalista (o maternalista, como se prefiera) inspire a la dirigencia local a encontrar la paz interna. Si el PJ jujeño logra la metamorfosis que tanto promete, habrán superado una prueba de fuego. De lo contrario, esta historia se convertirá en uno más de esos capítulos de la épica peronista donde los enredos internos terminan por echar a perder el potencial de todo un movimiento.
Y así, con el carnaval rondando la fecha de la interna, el reloj electoral marcando cada vez menos tiempo y la presencia inefable de ciertos pesos pesados, Jujuy demuestra que la política argentina tiene tanto de arte escénico como de gestión pública. A fin de cuentas, quizás lo más importante sea que los protagonistas tengan claras sus prioridades (y una buena dosis de tolerancia al estrés). A ver si así consiguen, por primera vez en mucho tiempo, combinar el folclore local, el poder central y la voluntad de la militancia para poner orden en su propia casa.
Lic. Hugo Rubén Calvó (Director de Jujuy al día…en paulatino retiro)